“Fragante sin fragancia, sabrosa sin sabor, viva sin vida, eterna sin tiempo, única sin límites, espejo sin ojo, deja yéndose, limpia manchándose, libera cuando queda prisionera…” (Natura II, anónimo) que más podríamos complementar a este segmento de nuestro líquido vital, el cual, olvidamos cuidar. Pero como dice el dicho “agua pasada no mueve molino”, es así que, a pesar de errores del pasado en cuanto a la cultura del agua, aún estamos a tiempo de cuidarla y valorarla como el recurso maravilloso que es.

Nuestra vida está en ella, nuestras civilizaciones giran en torno de los ríos formados por ella, los lagos donde se represa, las lagunas donde descansa apacible, pero inmensa cantidad amasa, las quebradas donde corre como sangre en un camino de venas que brotan desde la tierra, exactamente, esto es nuestra agua y después de resumir su importancia ya se sabe «A buen entendedor, pocas palabras bastan”.

Tanto respeto y admiración le tuvieron las civilizaciones del mundo, que sus chamanes o antiguos científicos, desarrollaron métodos de cultivo que actualmente se usan en los distritos de riego de trigo del antiguo Egipto, que yacen y prevalecen aún en las laderas del Nilo. Los impecables baños que diseñaron los griegos basados en las tertulias filosóficas de sus senadores, donde el agua termal era enaltecida. Los acueductos que diseñaron los Incas en las altitudes andinas, de donde se adecuaron casi la totalidad de sistemas de contención de agua y su distribución poblacional que existen actualmente.

Así tan fregona es nuestra historia, con grandes descubrimientos de hace siglos que nuestros antepasados consiguieron manipular el fluido de vida de manera efectiva para brindar el beneficio de su comunidad, tanto así que a mediados del siglo XIX un joven proveniente de tierras balcánicas, un cuate bien retechambeador y retechingón Nikola Tesla, visitando la maravilla natural que brinda las cataratas del Niágara, se planteó una pregunta que es la base energética a nivel mundial: “¿Puedes imaginar cómo aprovechar esa caída de agua para producir energía?”. Una pregunta que de seguro en su época causo burlas a tan semejante idea, una idea tan revolucionaria que se podría catalogar como un sueño guajiro. Pues bien, esa curiosidad no quedó allí y es nuestra actual y primer fuente de obtención de energía a escala masiva en el mundo a través del sistema de hidroeléctricas.